lunes, 20 de abril de 2009

LOS CULPABLES DE LA CRISIS


El capitalismo de siempre -ahora denominado neoliberalismo-, ese sistema político, económico, social y cultural injusto e inhumano, es el responsable directo de la gravísima crisis económica que estamos viviendo a nivel mundial.
Pero el capitalismo no es algo invisible, abstracto, tiene nombre y apellidos, culpables reconocidos: los mandatarios del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial (BM), los dueños de las grandes entidades bancarias, los gestores de las corporaciones dedicadas a la inversión de grandes capitales y a la especulación financiera y los políticos defensores de los postulados neoliberales. Todos ellos, con su egoísmo obsceno, su afán de obtener cada vez mayores beneficios económicos en el menor tiempo posible, su falta total de escrúpulos y la complicidad de sistemas políticos “democráticos” nos han llevado a la angustiosa situación que ahora estamos padeciendo. Estos sistemas se olvidan que nunca podrá haber una democracia plena, completa, si solo existe a nivel político y no, también, a nivel económico. Todas estas personas que han sido incapaces de prever la crisis o la han agudizado, quienes se han estado llenando los bolsillos a costa de los demás, los que han disfrutado de información privilegiada o han mirado para otro lado cuando se alzaban voces pidiendo un cambio de rumbo en la economía mundial, deben de ser llevadas ante un tribunal internacional que los juzgue y los condene por la situación espantosa a la que han dado lugar.
Millones de personas sin trabajo, otras tantas que con su sueldo no llegan a cubrir las necesidades básicas, que pierden sus viviendas por no poder pagarlas o acuden en busca de ayuda a organizaciones no gubernamentales o religiosas. Esto en el llamado primer mundo, pero no nos olvidemos de las consecuencias, multiplicadas por mil, de esta crisis en los países pobres o en vías de desarrollo. Hay quien ya vaticina que se van a dar enfrentamientos muy violentos y que incluso puede haber guerras ante el deterioro que se está produciendo en todos los ámbitos de nuestra sociedad.
La solución para acabar con la crisis no pasa por “refundar” el capitalismo como reclaman algunas voces, pues está más que demostrado que este sistema está al servicio de una minoría ajena a las preocupaciones reales y concretas de la mayoría de la población y solo piensa, de manera insolidaria, en su único beneficio. Hay que arrojar el capitalismo al basurero de la Historia, enterrarle para siempre para que deje de producir más muerte, desesperación, hambre y miseria.
Entre todos tenemos que alcanzar el objetivo de ir perfilando, desde abajo, desde la base, una alternativa que propicie un socialismo revolucionario, democrático, autogestionario, que impulse la construcción una nueva sociedad en lo político, económico, social y cultural, que esté al servicio de las mayorías populares, muy especialmente, de las clases históricamente más oprimidas y marginadas por el capitalismo. Una sociedad no solamente de representación, sino de participación y gestión directa en la que todos estemos implicados, que no esté en manos de “profesionales” de la política que se eternizan en sus cargos y se aferran al poder como forma de vida y les sirve para disfrutar de prebendas y privilegios.
En estos tiempos de crisis, nuestros representantes deben de dar ejemplo de austeridad y transparencia, renunciar a cualquier tipo de aumento en sus salarios, no dar la espalda a la cruda realidad que se vive en la calle y no olvidarse que están ahí por voluntad de los ciudadanos, al servicio de quienes les han elegido democráticamente, no al servicio de oscuros intereses partidistas.
Pero no podemos olvidar que esta crisis económica tiene también otros culpables, de distinto nivel, pero también culpables. Me refiero a aquellas personas que imbuidas de la mentalidad capitalista, de sus “valores” se han dejado arrastrar tras el señuelo de multiplicar sus ingresos invirtiendo en fondos de dudosa procedencia o negocios inverosímiles, quienes han vivido muy por encima de sus posibilidades económicas, pensando exclusivamente en el hoy, y no en el mañana, endeudándose por la compra de viviendas lujosas, coches caros o despilfarrando alegremente sus ingresos en caprichos inútiles e innecesarios, llevados de un disparatado afán consumista. Esta mentalidad, en la que parece que todo vale si es para nuestro propio beneficio, está haciendo un daño inmenso al fomentar el individualismo salvaje, la competitividad atroz, el egoísmo sin fin, en definitiva, el sálvese quien pueda.
Solo una construcción política nueva, basada en una ética de la solidaridad, en el reparto justo y equitativo de todos los bienes, compartidos entre todos, hará posible un mundo nuevo y un hombre nuevo, libre, justo, responsable que haga del planeta Tierra un lugar cálido y acogedor para el hoy que nos a tocado vivir y para el futuro.
Esta es la tarea que tenemos por delante, y que los carlistas hacemos nuestra. Como siempre al servicio del Pueblo y del bien común, no defendiendo otros intereses, contra cualquier tipo de privilegio y discriminación.

IZCA.

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