sábado, 17 de julio de 2010

El papel de los sindicatos

Cuando a principios del siglo XIX surgen las primeras organizaciones obreras, los trabajadores, además de organizarse, persiguen luchar por sus reivindicaciones económicas y sociales de forma conjunta, con mas fuerza.

Desde el primer momento en el seno de los sindicatos se manifiestan dos tendencias. Una es meramente reivindicativa y se mueve en el ámbito de lo laboral. Cuando hay un problema trata de solucionarlo y cree en la negociación y en el dialogo entre las partes enfrentadas. La otra, suma a las reivindicaciones laborales la lucha política por transformar las estructuras injustas de la sociedad.

Esta tensión histórica se ha movido entre la sumisión, la pasividad y la burocratización, y las reivindicaciones radicales, la demagogia y el ejercicio de la violencia.

En la sociedad neoliberal en la que vivimos -nueva denominación del viejo, injusto y siniestro capitalismo de siempre- los sindicatos están jugando un papel secundario, a remolque siempre de las decisiones de los gobiernos de turno y de las organizaciones empresariales. Muy pocas veces toman la iniciativa, y transmiten la clara sensación de que, solamente, lo hacen cuando se sienten presionados por sus bases.

En el siglo XXI los sindicatos son enormes maquinarias que reciben generosas subvenciones del estado, con cientos de liberados que se alejan de la perspectiva de lucha y compromiso, para convertirse en funcionarios que disfrutan de pequeños privilegios.

La estructura ahoga toda iniciativa, y a la hora de plantear alguna reivindicación se tienen en cuenta otros intereses que no son precisamente los de los trabajadores. Los sindicatos son muy necesarios, pero no como están concebidos en la actualidad.

Nosotros planteamos que los sindicatos -igual que los partidos políticos y las distintas confesiones religiosas- no sean subvencionada por el estado. Que se mantengan solo y exclusivamente de las cuotas de sus afiliados.

Queremos la mas amplia y profunda democratización de las estructuras sindicales, y que las decisiones, todas, se tomen de manera asamblearia y teniendo siempre presente los intereses obreros.

Los dirigentes no deben de eternizarse en sus cargos, y mucho menos, hacer de su actividad sindical una nueva profesión y fuente de ingresos económicos.

Sindicatos reivindicativos, democráticos, intransigentes ante la explotación capitalista y promotores de una nueva cultura del trabajo, tiene que existir siempre. Los carlistas siempre hemos luchado por ello y seguiremos luchando.

El sacrificio, el esfuerzo y la entrega de miles y miles de trabajadores a lo largo de la historia no pueden olvidarse. Su ejemplo nos indica cual es el camino correcto: la lucha, el compromiso, la fraternidad y la honestidad.

IZCA

sábado, 10 de julio de 2010

Carlismo y represión “franquista”. Tres estudios sobre la Guerra Civil y la posguerra

Los tres textos que presentamos en este libro, dos de Manuel Martorell Pérez y uno de Josep Miralles Climent, corresponden a sendas investigaciones recientes de los autores. El primero es un trabajo publicado recientemente en la revista de Historia “Príncipe de Viana” número 244, de Mayo-Agosto de 2008, titulado “Navarra 1937-1939: el fiasco de la Unificación”. Los otros dos son comunicaciones que los autores expusieron en sendos congresos de Historia relacionados, uno de ellos con la guerra civil y el otro con la represión franquista. El primero, el de Manuel Martorell, se presentó en el Congreso internacional “La Guerra Civil Española, 1936-1939” realizado en Madrid, los días 27, 28 y 29 de noviembre de 2006, con el título “La represión de boina roja”.

El trabajo de Josep Miralles fue presentado en el “1ª Trobada d’Investigadors. La repressió franquista. Comissió de la veritat.”, celebrada los días 9 i 10 de mayo de 2008 en el espacio “Octubre Centre de Cultura Contemporània” de Valencia. Su título aquí es: “Carlismo y represión durante el primer franquismo en las comarcas de Castelló de la Plana”. Son trabajos, en cierta forma, complementarios sobre la represión en relación con el carlismo.

“Navarra 1937-1939: el fiasco de la Unificación”. tiene como misión contextualizar la posición del carlismo ante la creación del nuevo partido de FET y de las JONS, explicando como los máximos dirigentes y buena parte de sus bases no lo aceptaron, a pesar del apoyo que a este proyecto político dio la autodenominada Junta Central Carlista de Guerra de Navarra. Los primeros, quienes no aceptaron la Unificación, continuaron defendiendo sus señas de identidad, por lo que sufrieron, incluso en territorio navarro, persecución por parte de la Falange, mientras los requetés seguían combatiendo en los frentes. El autor expone multitud de casos documentados de este tipo de represión.

“La represión de boina roja” aborda la violencia que ejercieron algunos requetés de retaguardia en las zonas donde triunfó la rebelión de 1936 contra la II República, y más concretamente en Navarra, una comunidad donde el carlismo gozaba de gran predicamento. Se trata de un estudio crítico de estos acontecimientos, aclarando cuál fue el grado de implicación de esta milicia carlista, con todos los matices necesarios, para colocarlo en el lugar que le corresponde sobre el hecho represivo contra las fuerzas izquierdistas. Fue una represión “explosiva” –mandada frenar de inmediato por la jefatura regional carlista- que se ejerció básicamente en los primeros momentos de la rebelión, en julio de 1936.

“Carlismo y represión durante el primer franquismo en las comarcas de Castelló de la Plana” se circunscribe a una zona de España, concretamente las comarcas castellonenses. En él se sacan a la luz documentos inéditos que muestran las vicisitudes por las que pasaron algunos carlistas castellonenses durante la posguerra. Una parte de los documentos son declaraciones de carlistas en favor de milicianos procesados en consejos de guerra sumarísimos; los otros se refieren a unos casos de represión que el régimen franquista ejerció en la inmediata posguerra contra carlistas castellonenses.

Hubo otra represión sangrienta contra los carlistas en la retaguardia republicana durante la guerra, y es que, los carlistas, víctimas en una zona, y victimarios en otra, acabaron, tras la guerra, siendo vencidos en el campo de los vencedores. El balance final fue el de ser víctimas de la represión por partida doble: primero en la retaguardia republicana y después, también, durante el franquismo, desde el mismo momento de la creación por Franco del partido único, a partir de abril de 1937.

Sin embargo en los trabajos aquí publicados se hace mención únicamente a dos tipos de represión: primero la ejercida por los boinas rojas sublevados en los primeros momentos de la guerra, cuando Franco era uno más –indeciso hasta el último momento- de los militares sublevados, y en segundo lugar a la ejercida por el franquismo y el partido único creado por Franco –cuando ya se había hecho con todo el poder- contra los carlistas. Hemos obviado, por tanto, la represión en la retaguardia republicana de la que sabemos fue la más importante que sufrió el colectivo carlista. Es por eso que hemos titulado este libro Carlismo y represión “franquista”. Tres estudios sobre la guerra civil y la posguerra, porque en él no se aborda la mencionada represión a manos de grupos que lucharon en el bando republicano en las zonas fieles a la República y que fue, en parte, una respuesta a la implicación carlista en el alzamiento, pero también a su condición de católicos. Si en el título del libro se ha entrecomillado el concepto “franquista” es porque, como muy bien dice Martorell, “no se puede hablar de franquismo antes de octubre de 1936”.

Somos conscientes que hubiera sido de gran interés incluir aquí un estudio sobre la represión en la retaguardia republicana porque en un mismo libro se hubieran tratado los tres aspectos relacionados con el carlismo y la represión en ambas zonas durante la guerra civil y la inmediata posguerra.

De todos modos y en relación a la represión sufrida por la derecha –entre los que se encontraba el carlismo- en la retaguardia republicana, es justo y necesario decir que, durante los 40 años que siguieron a la guerra ya tuvieron ocasión de desquitarse, y algunos lo hicieron al amparo del régimen franquista. Pero también hay que decir que, en gran medida, Franco utilizó a las víctimas de su propio bando tanto para ganarse el apoyo de importantes sectores de la población resentida y ávida de venganza, como para justificar su propia represión contra los vencidos.

Una represión que, por otra parte, no se permitió que fuera estudiada y puesta al descubierto por los historiadores; sólo se permitía hablar y escribir sobre la represión ejercida por los “rojos”. Después vino la transición democrática, en la que, al menos a nivel político, parece que se llegó a un pacto de silencio sobre las violencias y represiones practicadas en ambos bandos, aunque, no por ello los historiadores dejaron de investigar, escribir y publicar sobre el tema.

En los últimos años, pasado con creces el medio siglo de la contienda, parece que ha aflorado el interés por recuperar la memoria, revisar la historia y escribir sobre ello. Pero, como siempre, por lo que hace a escribir la historia, hay de todo: revisionismo, revanchismo, oportunismo, moderación, radicalidad, mentiras, ocultaciones, etc. Por ello, y a modo de epílogo, Manuel Martorell se refiere en el artículo “La necesidad de un rigor histórico” a varios ejemplos significativos en los que el tema de la represión vinculada al carlismo no ha sido tratado con la seriedad que tan grave asunto requiere.

En este libro se ha optado por la moderación, la mesura y la búsqueda de la verdad, porque la única reconciliación posible es la que se basa en la veracidad. Se han intentado descubrir verdades ocultas que desmienten o aclaran algunas cuestiones que la inercia por repetir tópicos no ha dejado ver. Quede claro, por tanto, que en este libro la ausencia de un texto sobre la represión en la retaguardia republicana que afectó al carlismo no ha sido intencionada, simplemente no se ha abordado aquí; otros autores ya lo han hecho y sobre el tema se han realizado algunos estudios de reciente publicación.

De todos modos, y para concluir sobre el espinoso tema de la represión, especialmente por lo que se refiere a asesinatos y desapariciones -que los hubo en ambos bandos-, coincidimos con el historiador Santos Juliá en que “cuando se renuncia a la creencia en la justicia de la historia, el crimen de lesa humanidad cometido por los rebeldes no legitima el régimen de terror impuesto por los revolucionarios.

No hubo Gobierno provisional ni comisión de la verdad. Pero hubo amnistía -dos amnistías, para ser exactos- que no cerró el conocimiento del pasado: desde los años de transición, decenas de historiadores han publicado listas y listas de sacados, paseados, ejecutados, asesinados. ¿Por qué, entonces, siguen cadáveres en las fosas? Pues porque los sucesivos Gobiernos, del PSOE y del PP, no cumplieron la obligación que les corresponde. Y en lugar de urgir ese cumplimiento, un juez de instrucción pide un censo de asesinados porque quiere saber si tiene competencia para… ¿para qué, si a nadie puede perseguir por la vía penal? Y ¿por qué un censo y no todos los censos? ¿Por qué no instruir una causa penal por todos los católicos asesinados por el solo hecho de serlo?

Un Estado democrático no puede llamar “asesinados” a las víctimas de la rebelión y “fallecidos” a las víctimas de la revolución, como hace la Junta de Andalucía para justificar una determinada política de la memoria. Un Estado democrático tiene que dar cuenta de todos los crímenes y, si puede, reparar todos los crímenes. Con eso hay que apechar.”

Los autores de este libro, amantes de la paz y de la concordia, abogan por la investigación histórica sin cortapisas y reconocen el derecho de todos a investigar, sin revanchismo, en la línea que crean conveniente. Consideran que todos los seres humanos tienen su dignidad al margen de su pensamiento o ideología, pero son también conscientes que los perdedores de la guerra civil, entre los que se encuentran los carlistas –aunque en el bando de los vencedores- fueron quienes tuvieron menos oportunidades de reivindicar su memoria porque durante casi medio siglo sufrieron, a parte de la represión, la marginación y el silencio, cuando no la manipulación interesada por parte del régimen dictatorial del general Franco.

Por último, queremos agradecer al catedrático José Andrés-Gallego que haya querido prologar el libro. Coincidimos con él en la apreciación que hizo, hace ya veinte años, en su estudio sobre la Guerra Civil al decir que “…no solo propongo un distanciamiento de la historiografía revanchista y de sus antípodas, la historiografía apologética o de mera defensa, sino también de la historiografía que podríamos llamar de la conveniencia.” Y es que como él mismo dice, “la veracidad histórica no siempre coincide con la oportunidad política.”

PRÓLOGO DE JOSE ANDRÉS-GALLEGO.

INTRODUCCIÓN GENERAL

I. NAVARRA 1937-1939: EL FIASCO DE LA UNIFICACION.
II. LA REPRESIÓN DE BOINA ROJA.

III. EL CARLISMO Y LA REPRESION DURANTE EL PRIMER FRANQUISMO EN LAS COMARCAS DE CASTELLO DE LA PLANA.

EPÍLOGO: LA NECESIDAD DE UN RIGOR HISTÓRICO.


Carlismo y represión “franquista”.

Tres estudios sobre la Guerra Civil y la posguerra

Manuel Martorell Pérez y Josep Miralles Climent

martes, 29 de junio de 2010

Justicia ecológica

¿Sabías que el metano liberado en los gases del ganado contribuye más al calentamiento global que el generado por el tráfico de los coches?


Según los expertos el modelo actual de ganadería industrial es uno de los mayores responsables del cambio climático debido precisamente al metano que generan los animales como consecuencia de la alimentación que reciben.

Por una justicia ecológica, liberemos al clima de los mercados financieros

La crisis climática es mucho más que una crisis ambiental, es una crisis del dominio de la economía sobre el conjunto de la vida social y de la política que el neoliberalismo ha llevado a extremos de conducirla y transformarla en un verdadero proyecto político.


La crisis social y la crisis ambiental no son la consecuencia de una crisis económica que tendría su propia lógica interna, desconectada de la sociedad y del ambiente, son las componentes de una crisis global que es la de un modelo de sociedad que ha hecho de la organización económica, la lucha por la ganancia y la rentabilidad, inmediata el fundamento de las sociedades.


Pero lejos de ceder, los neoliberales se montan ahora a horcajadas de la crisis climática para tratar de convertirla en una nueva « oportunidad de crecimiento económico » y de valorización financiera, una ecología de mercado, una ecología financiera.


Diez imágenes y una guerra civil. Los carlistas comienzan su oposición al franquismo Charla del historiador Manuel Martorell en Puente la Reina


El pasado 30 de enero se celebró en la Bodega Sociedad de Gomacín, de la localidad navarra de Puente la Reina, una charla impartida por el historiador Manuel Martorell bajo el título “Diez imágenes y una guerra civil. Los carlistas inician su oposición al franquismo”. Ante medio centenar de personas, este periodista, doctor en Historia y que ha ganado la edición del Premio Internacional de Historia del Carlismo Hernando Larramendi correspondiente al año 2009, explicó algunos puntos poco conocidos sobre la intervención del carlismo en la Guerra Civil Española 1936-1939.


La conferencia, en realidad, consistió, tal y como indicaba el título, en el comentario de diez imágenes significativas cada una de las cuales llevaba su propio título, que, a su vez, permitía comentar alguna faceta importante relacionada con el desarrollo del conflicto o sus consecuencias políticas.


La primera imagen era un cuadro del pintor Augusto Ferrer Dalmau representando el asalto a la bayoneta de una trinchara por requetés del Tercio de San Miguel durante la batalla de Brunete, que se entabló en julio de 1938 bajo una ola de calor extremo. Este es el motivo por el que los requetés aparecen desnudos de la cintura para arriba, una pose sorprendente y muy rara en estos voluntarios caracterizados por mantener unas formas rígidamente guiadas por la moral católica. El conferenciante explicaría después que la rareza de esa imagen, que dijo correspondía a un hecho real, estaba justificada por las altas temperatura que alcanzó aquel verano en estas llanuras madrileñas situadas entre la capital asediada y la cordillera de Guadarrama.


Sobre las boinas rojas de los atacantes, la frase correspondiente: “Sin el Requetés, España seguiría siendo una república”. Con esta frase, el conferenciante defendió que las unidades carlistas habían tenido un protagonismo esencial para que el golpe de Estado dado por el sector del Ejército encabezado por el general Mola siguiera adelante y que, sin su participación, con toda seguridad, la insurrección contra el Gobierno del Frente Popular habría fracasado. Manuel Martorell, en esta línea, destacó que, pese a ello, tanto los requetés como sus dirigentes habían desaparecido, como por arte de magia, de los numerosos libros de historia que tienen a la Guerra Civil como tema central. Aún más, añadió Martorell, muchos de los combatientes carlistas aseguraron que el carlismo no habría salido a la guerra si la II República no hubiera cometido el error de atacar a la religión católica.


En este sentido, dijo que, obviamente, el carlismo tenía su responsabilidad en que el movimiento insurreccional de los militares saliera adelante, pero también era necesario reconocer que los gobiernos republicanos podían haberse evitado este peligro respetando las creencias religiosas que sobre todo en el norte de España y en Cataluña tenían todavía un arraigo muy popular. De la misma forma, recordó Martorell que este fue, precisamente, el motivo que convirtió el Estatuto de Estella, defendido por nacionalistas y carlistas juntos para unir a las cuatro provincias vascas, en papel mojado, abriendo así una brecha entre Navarra, por una lado, y las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava que todavía no se ha cerrado y que será muy difícil de cerrar.


La siguiente imagen llevaba por título “La represión de boina roja” y reproducía un boceto de un altar provisional diseñado por la Junta Nacional Carlista de Guerra para instalarlo en el centro de Madrid mientras se acondicionaban las iglesias destruidas o saqueadas ante la inminente caída de la capital de España en manos de las tropas de Franco. Este dibujo corresponde a la denominada “Campaña Altares para Madrid”, que fue planeada por la citada junta carlista. El dato significativo que reveló el conferenciante consistió en recordar que, pese a la gran cantidad de documentación que generó la citada campaña, no existe referencia alguna a la detención, depuración o eliminación de los enemigos que, hipotéticamente, iban a quedar atrapados en la ciudad cuando fuera conquistada.


El objetivo central de la campaña, que, por cierto fue prohibida expresamente por Franco, consistía más en conseguir que los madrileños retornaran a la fe católica que en exigirles responsabilidades políticas o judiciales. Manuel Martorell colocó otros ejemplos en los que la religión influyó en que los carlistas, en líneas generales, tuvieran una actitud diferente en lo que se refiere a la represión violenta contra los seguidores del Frente Popular.

La tercera imagen era una fotografía que muestra el momento en que los requetés montaron un cordón de seguridad alrededor de la Casa de Junta de Gernika para impedir que el roble sagrado de los vascos fuera destruido. Según relató, el Tercio vizcaíno de Begoña, que fue de los primeros en entrar en la villa foral tras el salvaje bombardeo de la aviación alemana, se enteró de que una columna falangista procedente de Pamplona se dirigía a Gernika con hachas para destruir el árbol. Por esta razón, los mandos del Tercio, y de forma fundamental Jaime del Burgo Torres, ordenaron que requetés armados con mosquetones y bombas de mano formaran un círculo de protección. Según explicó Martorell, algunos errores cometidos por historiadores sobre las razones de esta protección se hubieran evitado sencillamente con haber preguntado, cuando vivían, a sus protagonistas, que explicaron con minuciosidad lo ocurrido.


Bajo el título “Contra la Unificación”, se presentó la cuarta imagen, correspondiente al Tercio Ortiz de Zárate en formación. Este tercio, según explicó el historiador, recibió la orden de disolverse en aplicación del Decreto de Unificación entre Falange Española y la Comunión Tradicionalista, ya que se prohibía la formación de nuevas unidades carlistas. Sin embargo, el Tercio Ortiz de Zárate se negó a cumplir la orden, provocando una tensa situación que se resolvió al surgir el imperativo mayor de tener que contar con esta unidad carlista para una operación militar. A Manuel Martorell le sirvió esta fotografía para explicar que el Decreto de Unificación sirvió para impedir la formación de nuevos tercios de requetés y para intentar disolver algunos de ellos dentro de banderas de Falange, algo que las unidades carlistas rechazaron, lo mismo que se rechazó el citado decreto diseñado por Franco y Serrano Súñer.


La quinta fotografía corresponde al momento en que Don Javier de Borbón Parma jura la fueros vascos ante el Árbol de Gernika, un hecho que contradecía flagrantemente los planteamientos políticos que tenía, en este sentido, el incipiente franquismo, que, por cierto, había anulado el Concierto Económico de Guipúzcoa y Vizcaya, liquidando de esta forma la última reminiscencia foral que quedaba en estas dos provincias. La fotografía, por el contrario, muestra todo lo contrario a lo establecido por Franco: el solemne juramento de respetar en su integridad los derechos históricos de los vascos.


Después de esta jura, Don Javier realizó una gira por los frentes donde estaban combatiendo los carlistas, con tal éxito que, finalmente, Franco ordenó que saliera de España. Según relató en su momento el representante de los Borbón-Parma, en esa expulsión jugaron un papel fundamental los servicios secretos de la Alemania nazi, que advirtieron del peligro que la presencia de Don Javier suponía para el establecimiento de un sistema fascista semejante al de Italia o al de Hítler.


Un cuadro, esta vez representando la “toma de Barcelona” por parte del Tercio de San Miguel, que en la tarde del 25 de enero de 1939 comienza a descender desde el Tibidabo hacia el centro de la ciudad condal. El óleo es otra buena prueba de que los tercios de requetés no habían aceptado a obligatoria uniformidad de FET y de las JONS, pero sirve también para, bajo el título “La traición del Tibidabo”, citar una serie de informes elaborado por la cúpula del partido unificado para impedir que el carlismo tuviera en Cataluña el protagonismo político que nadie le podía negar en la región vasco-navarra.

De acuerdo con estos informes internos, no se podía cometer el error del País Vasco y, por lo tanto, había que impedir que los carlistas entraran los primeros en Barcelona y consiguieran, así, el apoyo de una población cansada de la guerra y de los excesos del anarquismo. Por este motivo, tanto el Tercio de San Miguel como otras unidades carlistas que ya estaban dispuestas a bajar al centro de Barcelona recibieron la orden de detenerse para permitir a la división del general Yagüe, miembro de la dirección de Falange Española, que asumiera el protagonismo arrebatado a los requetés.


Bajo el epígrafe “Vencedores vencidos”, la siguiente fotografía reproducía unas leyendas escritas dentro de la sociedad Denak Bat, que había sido clausurada por el gobernador civil de Navarra, cuando los requetés de esta peña pamplonesa regresan a casa tras haber estado combatiendo durante tres años. Como la sociedad Denak Bat (todos juntos en euskera) muchos círculos carlistas fueron clausurados. Una muestra más de la marginación de un carlismo que se resistía a desaparecer bajo el manto de FET y de las JONS. Según las inscripciones dejadas por los requetés, el carlismo no se volvería a dejar manipular por nadie la próxima ocasión en que se le llamara para salvar a la patria.


Un montaje de fotografías y el dibujo de un preso comunista, mostrando un fusilamiento mientras se implante el nuevo orden falangista, da pie a explicar que durante la II Guerra Mundial, el Partido Comunista de España, bajo la dirección del navarro Jesús Monzón Repáraz, ofreció a los carlistas formar parte de una “Unión Nacional contra Franco y la Falange”, que es también el título de la imagen. Según explicó Martorell, aunque tal alianza era imposible, hubo puntos de encuentro en la lucha contra el franquismo y en la colaboración con los aliados durante la guerra mundial.


Un dibujo, que reproduce el atentado de Begoña en agosto de 1942, sirve para demostrar el grado de enfrentamiento que se alcanzó en los años 40 entre el carlismo y la dictadura franquista. En contra de lo que se suele creer, ni aquel atentado de Begoña fue un enfrentamiento entre dos tendencias del régimen, como se suele explicar, ni los sucesos del 3 de diciembre de 1945 pueden considerarse como un hecho aislado. Más bien ocurrió todo lo contrario. Desde el final de la Guerra Civil, el enfrentamiento del carlismo contra el régimen fue una escalada que de forma progresiva se fue radicalizando hasta terminar en los citados incidentes de Pamplona y también de Valencia, en un momento en que el carlismo quería presionar a Franco para que abandonara el régimen y abriera paso a una solución monárquica moderada que se pudiera reconciliar con la Europa que acababa de vencer al nazismo.


Finalmente, la décima imagen es la reproducción de un dibujo publicado por una revista especializada en temas históricos. Alude el dibujo a un desfile de los años 40, en el que se ven a varios requetés uniformados, totalmente de caqui, con boina roja y borla amarilla. Este tipo de uniforme, obviamente, o no correspondía a esos años o era algo ilegal, porque el uniforme oficial incluía de forma obligatoria la camisa azul y la boina sin borla. Este “lapsus” o error cometido por personas especializadas en Historia sirvió al ponente para afirmar que “la mayor victoria de Franco”, como reza el título de la décima imagen, consistió en convencer a todo el mundo, incluso a los historiadores, de que el carlismo formaba parte del régimen, ya que pese a que esos uniformes indicaban claramente un distanciamiento del partido único y de su simbología, un historiador no había reparado tal significativo detalle, indicador de que el carlismo no se había querido integrar en un proyecto que no se correspondía con sus principios ideológicos.


La charla terminó, que fue seguida con suma atención por el público, terminó con un agradable intercambio de opiniones en la barra de la Bodega Sociedad Gomacín y una cena de hermandad servida por esta entidad cultural de Puente la Reina.