En sus comienzos, el Carlismo tuvo enfrente al Liberalismo. En este sentido, tal vez, nuestros predecesores lo tuvieron más fácil que nosotros hoy; el enemigo era el Liberalismo. Con el correr de los años surgieron otros “ismo”, y eso, tal vez, ha contribuido a la desorientación de la gente, por un lado, y, por otro, a un desgaste interno al tratar de compararnos y de situarnos más o menos cerca de esos otros “ismo”, al mismo tiempo que nos veíamos forzados a matizar nuestros apoyos o rechazos. Y es que la realidad, incluida la interna carlista, rara vez es blanca o negra, ya que es cambiante como la vida misma, y para ser fiel al meollo, a lo esencial, a la mariposa, hay que estar en disposición de aceptar lo pasajero de las formas, de la oruga, del capullo. Por eso, el acento de nuestro esfuerzo no ha de estar en buscar una diferenciación intelectual y sentimental clarísima de las otras organizaciones sociales y políticas, muchas veces “compañeras de viaje” al fin y al cabo, sino en la práctica, en el trabajo diario que haga posible hacer realidad nuestro sueño: una sociedad humana digna de tal nombre en la que el ciudadano/a tenga resueltas las necesidades básicas, por derecho, y así pueda participar voluntariamente y en plan de igualdad, con su esfuerzo, en el logro, mantenimiento y extensión de ese modelo social, al mismo tiempo que desarrolla sus potencialidades particulares. Es lo que denominamos Autogestión global (no de “globo” sino de los distintos aspectos en que se desenvuelve el ser humano en su vida de relación social): no dominio, sino colaboración; no dependencia, sino interdependencia, que es lo contrario del Liberalismo económico, del Capitalismo, que sigue siendo nuestro enemigo principal pues es generador de desigualdades en cascada, en la práctica diaria, a pesar de que haya quien diga, escriba y sostenga sin que le tiemble ningún músculo porque tiene helada la sangre, que el Liberalismo consiste en el libre intercambio de mercancías, bienes y servicios entre dos partes, buscando el mutuo beneficio, callándose que el primer objetivo es el máximo beneficio material posible; si luego, acaso, se produce un mutuo beneficio, es algo deseable, pero no prioritario. Además, decir eso, “con la que está cayendo”, y en estos días en que los Medios de Comunicación han reflejado, un poco siquiera,el drama de los 77 millones de refugiados y desplazados, de los 800 millones de personas en riesgo de morir de hambre, de los más de 2000 millones que viven en la extrema pobreza, es un sarcasmo y un escarnio necesitado de una respuesta adecuada por parte de los que aún sentimos latir el corazón. Una respuesta no mimética, no un mero reflejo del ataque histórico y continuado del Liberalismo contra la gente sencilla que es la que constituye el PUEBLO, contra los trabajadores, esto es “a sangre y fuego”, porque de nuevo los trabajadores pondríamos la sangre, y los capitalistas el fuego. Nuestra respuesta debe articularse en torno a la solidaridad entre los que convivimos más o menos cerca (nacional, se podría decir), y con los que están físicamente más lejos (internacional). La pretendida “mano invisible” del mercado, no es mano que ordena, sino garra que desgarra el tejido social. Ahora, al Liberalismo económico lo llaman Neoliberalismo, pero yo creo que sigue siendo el mismo en esencia, con su afán de acumulación, de acaparamiento, de especulación, de dominio unilateral, de explotación desaforada de la naturaleza y del ser humano, aunque con mayor capacidad que en sus comienzos. Si en su insaciable afán de acaparar bienes materiales creciese aún más su capacidad de dominio destructivo, ¿le cambiarían el prefijo?
Y es que el Capitalismo se basa en el miedo y la desconfianza hacia el medio físico y humano; miedo a carecer de lo necesario para vivir y que, una vez logrado, necesita más pues sigue sin fiarse, y para presumir de lo que ha conseguido, sin reparar en que ha dejado el camino sembrado de cadáveres reales y/o figurados.
La Autogestión Global busca resolver las necesidades físicas básicas y de relación entre los seres humanos a base de la participación y colaboración de todos en plan de igualdad real, no sólo legal, sin esquilmar el medio físico en el que la sociedad humana vive y se desenvuelve, posibilitando también que cada ciudadano/a pueda desarrollar sus potencialidades particulares. Esto sí es mutuo beneficio.
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