martes, 30 de diciembre de 2008

AQUEL MAYO DEL 68

(Seamos realistas, pidamos lo imposible)

Como era de esperar, las celebraciones del 40 aniversario de los hechos del mayo francés de 1968, han ocupado un lugar privilegiado en todos los medios de comunicación.
Hemos asistido a una interminable serie de recuerdos personales y análisis de lo que aquel mes significó. Llama la atención que muchos de los protagonistas mas directos de aquellas jornadas estén ahora en las antípodas ideológicas de lo que representaron en su día. Solo unos pocos siguen reivindicando aquella esperanzadora explosión revolu
cionaria que pudo cambiar el mundo. Se habla de los sucesos de París, pero no hay que olvidar que el 68 vivió también la revuelta popular del pueblo de Checoslovaquia contra la invasión del ejército soviético, la agudización de la lucha de los vietnamitas contra las tropas norteamericanas o el levantamiento estudiantil en Méjico. 1968 convulsionó a oriente y occidente, y a pesar de situaciones y hechos muy coyunturales, las lecciones de lo que pasó son muchas y muy ricas, y por eso hay que tenerlas en cuenta. La sociedad opulenta y capitalista –la occidental- despertó, de mano de la agitación estudiantil, de una pereza insoportable. El bienestar económico no bastaba para satisfacer las necesidades espirituales, culturales, políticas y sociales de grandes sectores de la población. Había que cambiar la sociedad, y a ello apuntaba la revuelta en las universidades. Se cuestionó la democracia formal (burguesa), el papel de los partidos políticos tradicionales, la burocratización de las izquierdas y su traición a los ideales revolucionarios, la manipulación ideológica, la dictaduras de uno y otro color y la integración al sistema de organizaciones políticas y sindicales. Se comenzó a hablar de Consejos Obreros, Autogestión, Antiautoritarismo y Democracia Directa. Todo era puesto en tela de juicio, en todos los terrenos, y así empezó a gestarse la Teología de la Liberación, el feminismo militante y la crítica a la vida cotidiana. Lo contestación que nació dentro de los recintos universitarios pronto se extendió al mundo obrero y a la sociedad entera. Los instalados en el poder por el las urnas o de forma dictatorial se dieron cuenta que algo nuevo estaba naciendo. Las oligarquías y las elites de siempre –de izquierda o de derecha- unieron sus esfuerzos para que todo siguiese igual…y lo consiguieron.
Pero la semilla ya estaba sembrada y se demostró que era posible cambiar el mundo. El año 1968 no fue en vano, y aquí en España tampoco. Los carlistas también estuvimos muy presentes en todo lo que sucedió. En el mítico recital del cantante Raimon, el 18 de mayo en la Facultad de Económicas de la Universidad Complutense, hubo presencia de militantes carlistas, que corrieron delante de la policía como tantos otros. En las barricadas de París también hubo carlistas. Varios militantes del Partido Carlista de Zaragoza cruzaron la frontera para ver in situ lo que allí estaba pasando. En enero de 1968 nuestro partido celebró en Pamplona el primer cursillo de formación, base del trabajo de clarificación ideológica que se hacía tan urgente y necesario por aquellas fechas. El 5 de mayo se celebró la cita anual de Montejurra, allí se oyeron durísimas críticas al franquismo, tantas que dos días después, el diario “El Pensamiento Navarro” fue secuestrado por publicar el texto de los discursos que allí se había pronunciado. El 8 de setiembre hicieron su primera aparición pública los “Grupos de Acción Carlista” (GAC), lanzando en Navarra octavillas en contra de la visita del ministro de Información y Turismo. Posteriormente los GAC alcanzarían una enorme notoriedad por protagonizar hechos de repercusión pública que dejarían de manifiesto la rotunda y clara oposición del carlismo a la dictadura de Franco. Y en diciembre, Franco expulsó a los miembros de la familia Borbón Parma de España por sus críticas a la dictadura y sus valientes planteamientos políticos. El carlismo comenzó a ser una organización activa, con planteamientos serios y coherentes, que se lanzó a una lucha abierta contra la injusta situación que se vivía en nuestro país. Las cosas han cambiado, pero muchos de los problemas que quisieron solucionarse en aquel año 1968 siguen ahí, vivos, muy vivos. Los partidos políticos mantienen sus formas anquilosadas y burocratizadas, convertidos en meras maquinarias electorales, con una democracia interna que deja mucho que desear. No hay listas abiertas, para que el elector pueda votar a quien le apetezca, sin tener que transigir con una serie de nombres de personas a las que no conoce de nada. La actividad política está en manos de unos profesionales que saben que cuando la abandonen encontraran un nuevo y suculento puesto de trabajo y no pasaran por la angustiosa situación de no saber que futuro les espera. Los alicientes materiales siguen siendo los que guían a una gran parte de la sociedad, que cada vez es más y más esclava de los reclamos publicitarios y de las llamadas a un individualismo feroz, a un sálvese quien pueda. Al viejo capitalismo de ayer ahora se le denomina neoliberalismo, pero sigue siendo la misma forma brutal de explotación, discriminación y marginación de siempre.
Cuarenta años después del mayo de 1968, sigue habiendo poderosas razones para rebelarse. En Madrid, la esperanza de vida de un habitante del barrio de Salamanca es de 78,9 años, y el de Orcasitas –a escasos 15 kilómetros- de 71,3 años. En nuestro mundo 25.000 personas mueren al día de hambre, y un niño cada cinco segundos. Tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza. Sigue habiendo hambre, desnutrición, millones de parados y analfabetos, pueblos sojuzgados y oprimidos… Quien no quiera ver la necesidad de acabar con estas trágica situación o es cómplice de la misma o está ciego.
Si aquel mayo del 68 resultó fallido, hagamos, entre todos, que el próximo se convierta en realidad.

IZCA.

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