lunes, 14 de abril de 2008

BUENO, ¿Y QUÉ?


Según la descripción de la Pardo Bazán –después copiada por Valle- tras visitar al rey en el exilio de Venecia, Carlos VII era un hombre de buena envergadura con un especial atractivo para las mujeres. En 1872, al iniciarse la tercera guerra, contaba con solo 24 años, su mujer, la reina Margarita quedó en la frontera al cuidado de sus hijos Blanca, Jaime y Elvira, ayudando “tras las trincheras” en cuanto podía a los afectados por la contienda, proporcionando uniformes y demás avituallamientos para los voluntarios y entrando alguna vez en Navarra para impulsar la institución y los hospitales de “La Caridad” creada por ella para la asistencia de los heridos de ambos bandos.

La vehemencia moceril del rey no podía quedar satisfecha con los contados encuentros del matrimonio en el transcurso del conflicto, y así fue, según la crónica no escrita que siempre acompaña al poder, bien aderezada por la natural mitificación de un caudillo que, decían los literatos, podía haber servido para reencarnar a Carlomagno, mas aún desde que se dejó crecer una florida barba para disimular su pequeña y retraída mandíbula inferior recibida de los Módena por herencia biológica materna, que se hablaba de que la sucesión de Don Carlos quedó bien asegurada gracias a las mozas garridas, placenteras y parideras de las montañas y valles de toda Euskal Herría.

Fue tal y tan continua la actividad amorosa del séptimo Carlos que llegaría a hartar a su confesor, y como el rey oía misa y comulgaba a diario, previo el sacramento de la penitencia con reconocimiento reiterado de igual debilidad, e incumplimiento del preceptivo propósito de enmienda, su capellán concluyó por darle la comunión con una forma sin consagrar, según conocía exclusivamente su gentilhombre o ayudante de campo (el general Martínez de Velasco ¿)………………. que solo confiaría tal secreto a su hijo quien ya anciano acabaría por desvelarlo.. Nadie se atrevió jamás a hacer pública tal santa triquiñuela dada la sincera religiosidad de Don Carlos acrecentada con el tiempo, hasta el punto de romper una estable relación extramatrimonial que en el exilio mantenía con la hermosísima actriz húngara Paula de Somoggy, porque respetuoso estricto con sus creencias y no pudiéndose desligar de tal encelamiento, había dejado de comulgar y ante la primera comunión de su hijo Jaime rompería con tal amante, pero como era un caballero la aseguró igual estabilidad gracias a un militante y exvoluntario carlista que se prestaría gustoso y bien compensado a, en cualquier sentido, cubrir tal vacío.

Al concluir la guerra, Don Carlos sufrió una enorme decepción que, incomprensiblemente, provocaría la descarga de toda su ira en Margarita, su mujer, produciéndose la ruptura efectiva del matrimonio y la huida del rey con un continuo viajar, hasta el punto de que cuando en junio de 1876 naciera en Francia su última hija, la infanta Alicia, él estuviese en la exposición de Filadelfia (donde se encontró con su hermano el futuro Alfonso Carlos I, con el que no se hablaba desde que lo destituyó en plena guerra a causa de todas sus estupideces y fobias).

Naturalmente, sin haber llegado a la treintena, separado de su mujer, con evidente desarreglo emocional a causa de la derrota y dados los antecedentes ya dichos, no es de extrañar que su actividad amorosa fuese aún mas reseñable, y que no cesara en su variada relación hasta que en 1894, tras la muerte de la reina el año anterior, contrajera nuevo matrimonio con Berta de Rohan.

La fama de autentico garañón real evidentemente no quedaría circunscrita a los, en la literalidad del término, círculos carlistas, sino que con no disimulada envidia y admiración, tan habitual en este mediterráneo país, sería pasto habitual de corrillos y tertulias de café, con lo que serviría para que los enemigos del Carlismo utilizaran el tema para intentar desprestigiar a Don Carlos o zaherir a los carlistas que, dada su confesa religiosidad practicante, se pensaba que iban a sentirse desilusionados o al menos molestos con la publicación de viñetas supuestamente insultantes en las que se reflejaba con pretendida evidencia la relajada vida de un caricaturizado Carlos VII promiscuo.

Hubo varias publicaciones que se distinguirían en el tema, como El Loro, nacida en Barcelona en 1879, o Don Quijote aparecida en Madrid en 1891. De la primera fue importante su reiteración en tal asunto durante el año el año 1881, precisamente cuando llegó a los mentideros políticos la ruptura de Don Carlos con la actriz húngara a que antes aludamos, continuando ya como tema recurrente; y en cuanto a Don Quijote tal vez sea sintomático que las procacidades contra el rey se publicaran en 1898, es decir cuando tras la debacle colonial se detectaron movimientos carlistas de claro signo insurreccional y que desembocarían –habría una no muy concreta desautorización de Don Carlos- en los fracasados movimientos surgidos en Catalunya, especialmente en Badalona, en 1900. Como siempre, todo tiene una explicación.

¿Se produjo alguna reacción carlista según lo pretendido para encolerizar a los militantes del partido ante tales provocaciones acusatorias contra el Caudillo carlista por antonomasia?, pues no, no sucedió nada como sí ocurrió cuando años mas tarde, en 1906, unos oficiales asaltaron y destrozaron la redacción del Cu-Cut por una simple caricatura que se burlaba del Ejercito, dando lugar, tras la respuesta represiva y anticatalana de Madrid, a la “Solidaritat” en la que el partido tuvo tan importante protagonismo.

Y los carlistas podían haber arrasado también las instalaciones de ambas publicaciones, porque téngase en cuenta que, cuando tales caricaturas, aún vivían miles de voluntarios que habían luchado en la 3ª guerra. Pero no pasó nada, ni tan siquiera hubo querellas. Los carlistas acreditaban una vez mas que eran mas “liberales” y democráticos que quienes pretendían encolerizarlos.

Viene todo este recordatorio a cuento de lo que acabamos de ver y vivir respecto a portadas procáces, quema de fotografias, subsiguientes actuaciones judiciales y la sorprendente casi entera unanimidad en los posicionamientos de partidos, Iglesia, patronal y sindicatos con enardecidas defensas de símbolos, instituciones y personas.

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Fuentes consultadas:

- Valeriano Bozal, “La ilustración

Gráfica del siglo XIX en España”,Madrid,1979

- “XIX mendea karikaturetan – El siglo XIX en caricaturas”,

Zumalakarregi Museoa, 2003

- Conde de Melgar,, “Veinte años con Don Carlos,, Madrid, 1940

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