martes, 29 de junio de 2010

Diez imágenes y una guerra civil. Los carlistas comienzan su oposición al franquismo Charla del historiador Manuel Martorell en Puente la Reina


El pasado 30 de enero se celebró en la Bodega Sociedad de Gomacín, de la localidad navarra de Puente la Reina, una charla impartida por el historiador Manuel Martorell bajo el título “Diez imágenes y una guerra civil. Los carlistas inician su oposición al franquismo”. Ante medio centenar de personas, este periodista, doctor en Historia y que ha ganado la edición del Premio Internacional de Historia del Carlismo Hernando Larramendi correspondiente al año 2009, explicó algunos puntos poco conocidos sobre la intervención del carlismo en la Guerra Civil Española 1936-1939.


La conferencia, en realidad, consistió, tal y como indicaba el título, en el comentario de diez imágenes significativas cada una de las cuales llevaba su propio título, que, a su vez, permitía comentar alguna faceta importante relacionada con el desarrollo del conflicto o sus consecuencias políticas.


La primera imagen era un cuadro del pintor Augusto Ferrer Dalmau representando el asalto a la bayoneta de una trinchara por requetés del Tercio de San Miguel durante la batalla de Brunete, que se entabló en julio de 1938 bajo una ola de calor extremo. Este es el motivo por el que los requetés aparecen desnudos de la cintura para arriba, una pose sorprendente y muy rara en estos voluntarios caracterizados por mantener unas formas rígidamente guiadas por la moral católica. El conferenciante explicaría después que la rareza de esa imagen, que dijo correspondía a un hecho real, estaba justificada por las altas temperatura que alcanzó aquel verano en estas llanuras madrileñas situadas entre la capital asediada y la cordillera de Guadarrama.


Sobre las boinas rojas de los atacantes, la frase correspondiente: “Sin el Requetés, España seguiría siendo una república”. Con esta frase, el conferenciante defendió que las unidades carlistas habían tenido un protagonismo esencial para que el golpe de Estado dado por el sector del Ejército encabezado por el general Mola siguiera adelante y que, sin su participación, con toda seguridad, la insurrección contra el Gobierno del Frente Popular habría fracasado. Manuel Martorell, en esta línea, destacó que, pese a ello, tanto los requetés como sus dirigentes habían desaparecido, como por arte de magia, de los numerosos libros de historia que tienen a la Guerra Civil como tema central. Aún más, añadió Martorell, muchos de los combatientes carlistas aseguraron que el carlismo no habría salido a la guerra si la II República no hubiera cometido el error de atacar a la religión católica.


En este sentido, dijo que, obviamente, el carlismo tenía su responsabilidad en que el movimiento insurreccional de los militares saliera adelante, pero también era necesario reconocer que los gobiernos republicanos podían haberse evitado este peligro respetando las creencias religiosas que sobre todo en el norte de España y en Cataluña tenían todavía un arraigo muy popular. De la misma forma, recordó Martorell que este fue, precisamente, el motivo que convirtió el Estatuto de Estella, defendido por nacionalistas y carlistas juntos para unir a las cuatro provincias vascas, en papel mojado, abriendo así una brecha entre Navarra, por una lado, y las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava que todavía no se ha cerrado y que será muy difícil de cerrar.


La siguiente imagen llevaba por título “La represión de boina roja” y reproducía un boceto de un altar provisional diseñado por la Junta Nacional Carlista de Guerra para instalarlo en el centro de Madrid mientras se acondicionaban las iglesias destruidas o saqueadas ante la inminente caída de la capital de España en manos de las tropas de Franco. Este dibujo corresponde a la denominada “Campaña Altares para Madrid”, que fue planeada por la citada junta carlista. El dato significativo que reveló el conferenciante consistió en recordar que, pese a la gran cantidad de documentación que generó la citada campaña, no existe referencia alguna a la detención, depuración o eliminación de los enemigos que, hipotéticamente, iban a quedar atrapados en la ciudad cuando fuera conquistada.


El objetivo central de la campaña, que, por cierto fue prohibida expresamente por Franco, consistía más en conseguir que los madrileños retornaran a la fe católica que en exigirles responsabilidades políticas o judiciales. Manuel Martorell colocó otros ejemplos en los que la religión influyó en que los carlistas, en líneas generales, tuvieran una actitud diferente en lo que se refiere a la represión violenta contra los seguidores del Frente Popular.

La tercera imagen era una fotografía que muestra el momento en que los requetés montaron un cordón de seguridad alrededor de la Casa de Junta de Gernika para impedir que el roble sagrado de los vascos fuera destruido. Según relató, el Tercio vizcaíno de Begoña, que fue de los primeros en entrar en la villa foral tras el salvaje bombardeo de la aviación alemana, se enteró de que una columna falangista procedente de Pamplona se dirigía a Gernika con hachas para destruir el árbol. Por esta razón, los mandos del Tercio, y de forma fundamental Jaime del Burgo Torres, ordenaron que requetés armados con mosquetones y bombas de mano formaran un círculo de protección. Según explicó Martorell, algunos errores cometidos por historiadores sobre las razones de esta protección se hubieran evitado sencillamente con haber preguntado, cuando vivían, a sus protagonistas, que explicaron con minuciosidad lo ocurrido.


Bajo el título “Contra la Unificación”, se presentó la cuarta imagen, correspondiente al Tercio Ortiz de Zárate en formación. Este tercio, según explicó el historiador, recibió la orden de disolverse en aplicación del Decreto de Unificación entre Falange Española y la Comunión Tradicionalista, ya que se prohibía la formación de nuevas unidades carlistas. Sin embargo, el Tercio Ortiz de Zárate se negó a cumplir la orden, provocando una tensa situación que se resolvió al surgir el imperativo mayor de tener que contar con esta unidad carlista para una operación militar. A Manuel Martorell le sirvió esta fotografía para explicar que el Decreto de Unificación sirvió para impedir la formación de nuevos tercios de requetés y para intentar disolver algunos de ellos dentro de banderas de Falange, algo que las unidades carlistas rechazaron, lo mismo que se rechazó el citado decreto diseñado por Franco y Serrano Súñer.


La quinta fotografía corresponde al momento en que Don Javier de Borbón Parma jura la fueros vascos ante el Árbol de Gernika, un hecho que contradecía flagrantemente los planteamientos políticos que tenía, en este sentido, el incipiente franquismo, que, por cierto, había anulado el Concierto Económico de Guipúzcoa y Vizcaya, liquidando de esta forma la última reminiscencia foral que quedaba en estas dos provincias. La fotografía, por el contrario, muestra todo lo contrario a lo establecido por Franco: el solemne juramento de respetar en su integridad los derechos históricos de los vascos.


Después de esta jura, Don Javier realizó una gira por los frentes donde estaban combatiendo los carlistas, con tal éxito que, finalmente, Franco ordenó que saliera de España. Según relató en su momento el representante de los Borbón-Parma, en esa expulsión jugaron un papel fundamental los servicios secretos de la Alemania nazi, que advirtieron del peligro que la presencia de Don Javier suponía para el establecimiento de un sistema fascista semejante al de Italia o al de Hítler.


Un cuadro, esta vez representando la “toma de Barcelona” por parte del Tercio de San Miguel, que en la tarde del 25 de enero de 1939 comienza a descender desde el Tibidabo hacia el centro de la ciudad condal. El óleo es otra buena prueba de que los tercios de requetés no habían aceptado a obligatoria uniformidad de FET y de las JONS, pero sirve también para, bajo el título “La traición del Tibidabo”, citar una serie de informes elaborado por la cúpula del partido unificado para impedir que el carlismo tuviera en Cataluña el protagonismo político que nadie le podía negar en la región vasco-navarra.

De acuerdo con estos informes internos, no se podía cometer el error del País Vasco y, por lo tanto, había que impedir que los carlistas entraran los primeros en Barcelona y consiguieran, así, el apoyo de una población cansada de la guerra y de los excesos del anarquismo. Por este motivo, tanto el Tercio de San Miguel como otras unidades carlistas que ya estaban dispuestas a bajar al centro de Barcelona recibieron la orden de detenerse para permitir a la división del general Yagüe, miembro de la dirección de Falange Española, que asumiera el protagonismo arrebatado a los requetés.


Bajo el epígrafe “Vencedores vencidos”, la siguiente fotografía reproducía unas leyendas escritas dentro de la sociedad Denak Bat, que había sido clausurada por el gobernador civil de Navarra, cuando los requetés de esta peña pamplonesa regresan a casa tras haber estado combatiendo durante tres años. Como la sociedad Denak Bat (todos juntos en euskera) muchos círculos carlistas fueron clausurados. Una muestra más de la marginación de un carlismo que se resistía a desaparecer bajo el manto de FET y de las JONS. Según las inscripciones dejadas por los requetés, el carlismo no se volvería a dejar manipular por nadie la próxima ocasión en que se le llamara para salvar a la patria.


Un montaje de fotografías y el dibujo de un preso comunista, mostrando un fusilamiento mientras se implante el nuevo orden falangista, da pie a explicar que durante la II Guerra Mundial, el Partido Comunista de España, bajo la dirección del navarro Jesús Monzón Repáraz, ofreció a los carlistas formar parte de una “Unión Nacional contra Franco y la Falange”, que es también el título de la imagen. Según explicó Martorell, aunque tal alianza era imposible, hubo puntos de encuentro en la lucha contra el franquismo y en la colaboración con los aliados durante la guerra mundial.


Un dibujo, que reproduce el atentado de Begoña en agosto de 1942, sirve para demostrar el grado de enfrentamiento que se alcanzó en los años 40 entre el carlismo y la dictadura franquista. En contra de lo que se suele creer, ni aquel atentado de Begoña fue un enfrentamiento entre dos tendencias del régimen, como se suele explicar, ni los sucesos del 3 de diciembre de 1945 pueden considerarse como un hecho aislado. Más bien ocurrió todo lo contrario. Desde el final de la Guerra Civil, el enfrentamiento del carlismo contra el régimen fue una escalada que de forma progresiva se fue radicalizando hasta terminar en los citados incidentes de Pamplona y también de Valencia, en un momento en que el carlismo quería presionar a Franco para que abandonara el régimen y abriera paso a una solución monárquica moderada que se pudiera reconciliar con la Europa que acababa de vencer al nazismo.


Finalmente, la décima imagen es la reproducción de un dibujo publicado por una revista especializada en temas históricos. Alude el dibujo a un desfile de los años 40, en el que se ven a varios requetés uniformados, totalmente de caqui, con boina roja y borla amarilla. Este tipo de uniforme, obviamente, o no correspondía a esos años o era algo ilegal, porque el uniforme oficial incluía de forma obligatoria la camisa azul y la boina sin borla. Este “lapsus” o error cometido por personas especializadas en Historia sirvió al ponente para afirmar que “la mayor victoria de Franco”, como reza el título de la décima imagen, consistió en convencer a todo el mundo, incluso a los historiadores, de que el carlismo formaba parte del régimen, ya que pese a que esos uniformes indicaban claramente un distanciamiento del partido único y de su simbología, un historiador no había reparado tal significativo detalle, indicador de que el carlismo no se había querido integrar en un proyecto que no se correspondía con sus principios ideológicos.


La charla terminó, que fue seguida con suma atención por el público, terminó con un agradable intercambio de opiniones en la barra de la Bodega Sociedad Gomacín y una cena de hermandad servida por esta entidad cultural de Puente la Reina.




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