Es como “Una música constante”, la superpasad de moda de Milton Friedman y los Chicago boys; la estrenó Pinochet en Chile, después Margaret Thatcher, Ronald Reagan, y el resto de la elite mundial sigue cantando la misma canción.
En declaraciones recientes, en la toma de posesión del nuevo presidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán dijo que la mejor empresa pública es la que no existe y defendió la externalización de los servicios públicos. Es decir, su privatización. En otras declaraciones
Esta estrategia antiestatal se vincula a la del capital que trata de limitar las intervenciones públicas exclusivamente en beneficio propio, reduciendo el papel del Estado (sin suprimirlo del todo) a las funciones de policía para controlar la población.
La intencionalidad de estos estudios y declaraciones es doble. Por una parte forzar el proceso de privatización de todos los servicios, así como lo poco que queda del “Estado del Bienestar”: sanidad, educación, seguridad social… y desmantelar todo el sistema legislativo de protección, tanto a nivel laboral, sindical, como medioambiental; precarizando las condiciones laborales de la clase trabajadora, para maximizar el beneficio a corto plazo y disciplinar y adoctrinar a los trabajadores en la lógica capitalista.
El discurso neoliberal se basa en la ausencia de normativa, en el “Laisser faire” y en que la “mano invisible” del mercado regulará la actividad económica. La teoría dice que los egoísmos privados producirán beneficios públicos. La realidad es muy diferente. Lo que quieren las empresas es un Estado poderoso que organice las cosas de acuerdo con sus intereses a largo plazo. La industria desea ser regulada por un corpus normativo favorable, (Tribunal de
“Laisser faire”… se supone que aquí nadie planifica nada, solo se actúa por una especie de iniciativa benevolente general y que a unos les va mejor que a otros. Pero de todos es sabido que los hombres de negocios, los funcionarios superiores del gobierno y los principales editores del Mass Media se reúnen. Y no solo eso, también pertenecen a los mismos clubs de elite, han ido a los mismos liceos y acuden a las mismas fiestas. Pasan de un cargo público a otro del sector privado, representan a la misma clase social… sería absurdo pensar que no intercambiasen ideas y planificaran conjuntamente.
Muchas de estas reuniones están institucionalizadas tanto a nivel internacional (FEM de Davos, Comisión Trilateral, Club Bilderberg, Busines Roed Table, y un largo etc.) como a nivel español. Los ministros económicos (Industria, Comercio Infraestructuras), se reúnen con las grandes empresa, corporaciones y bancos y planifican con ellos cuanta inversión ha de haber , donde han de ir las subvenciones pública, cuanto y que se ha de consumir, etc. Esto es muy eficaz, no por mejorar el bienestar de la población, sino por asegurar los beneficios empresariales. Adam Smith, (nada sospechoso de revolucionario) aseguraba que cada vez que se reúnen hombres de negocios podemos estar seguros que están cocinando un plan para perjudicar al público. Los ricos están subsidiados generosamente por el Estado a través de la construcción de infraestructuras públicas faraónicas (AVEs, Puertos, Aeropuertos, Autopistas, etc, etc.) ayudas a la exportación, subvenciones y desgravaciones a la industria, intervenciones diplomáticas en defensa de los intereses “españoles” a Sudamérica, (Repsol, Telefónica, Endesa, BBVA) y “humanitarias” que aseguren mercados y materias primas, rescate de quiebras de entidades financieras (Banesto, Forum Filatélico), ayudas a fondo perdido (1.400.000.000.000 pts.) a las eléctricas por su convergencia en la competencia, publicidad institucional en los medios, así como con una fiscalidad regresiva e impuestos indirectos, con repercusión adversa sobre las personas con menos recursos. Todo en beneficio exclusivo de las elites rentistas.
Mientras, los servicios sociales, la sanidad, la educación pública, así como las infraestructuras de utilización popular pierden peso específico relativo en los presupuestos generales del Estado, con la consiguiente degradación y falta de eficiencia de estos servicios que, en definitiva será utilizada para propiciar su privatización.
La retórica neoliberal es cínica y falaz. Hablar de “libre mercado” está bien en tertulias, editoriales, artículos de opinión etc., pero en realidad nadie lo practica. Desde el “Crack” de 1929 se sabe que el capitalismo de libre mercado no funciona sin un sector público masivo y una intervención estatal en la economía para coordinarla y protegerla de las fuerzas hostiles, es decir, cuando vulnera los propios principios que dice defender y se asegura una legislación favorable y un predominio del capital sobre el trabajo.