Miralles, que ya nos tiene acostumbrados a sus excelentes trabajos de investigación histórica, aborda ahora la patraña de la “heroica” defensa de la capital de
En 1939, siendo presidente de
En realidad, tanto la motivación para las conmemoraciones que se fueron repitiendo tras la propuesta de un cacique local, el concejal Pedro Gutiérrez Otero, impresor que consiguió la exclusiva de todas la publicaciones oficiales, y que de la nada llegó a ser uno de los 20 grandes contribuyentes de la ciudad - hasta lo mas actual tiene su precedente, ahí está el siempre noticiable Fabra tataranieto de un delator de carlistas-, como la de erigir el excesivo obelisco en el Castellón “nuevo” –hablamos de finales del XIX- cercano a la estación, al hospital, a la plaza de toros…, tenía una descarada intencionalidad política, y que evidentemente fue la liberal y el asentamiento de
Aquél obelisco se alzó en homenaje, según se dice en una placa de las que lo ilustran (dos con “versículos” de la actual Constitución) “a los heroicos defensores de las patrias libertades”. Bien, cualquier obelisco que se precie, y mas si es para hacer “eterna” cualquier hazaña bélica o patriótica, ha de contar con ditirámbicos bronces, pero generalmente, estos, con una cierta medida. Aquí tal “heroicidad” no es que se vea controvertida, es que simplemente no existió. Hubo sí dos bajas, pero fueron del bando carlista.
Miralles, ya lo hemos dicho, desmenuza concienzudamente el engaño cuyo mantenimiento a cualquier sociedad democrática avergonzaria. Los hechos quedan inscritos, como una mera anécdota en la relación de
En la no muy extensa bibliografía sobre esa población hay diversos tratamientos de algo para los liberales tan “trascendental”. Así Balbás (“Casos y Cosas de Castellón”, 1884) ni se refiere al “asedio”, aunque si lo hacen otros como Miralles del Imperial que en su Crónica de Castellón (1868) enfatiza en diez líneas el caso, pero que, naturalmente, no puede nombrar ni una sola victima entre los asediados. u hostigados; o Mundina Millalave en su amplia obra (1873) sobre la misma provincia, teatraliza las escaramuzas con gritos y campanas a rebato, aunque tampoco menciona ni a un herido leve.
El obelisco de Castelló, en fin, provoca el recuerdo de determinado monumento también a “héroes y mártires”, aunque en un escenario muy alejado. Se trata del levantado con igual dedicatoria en Monrovia, capital de Liberia. Ese país fue incorporado a los aliados en la primera guerra mundial, y cierto buque alemán que patrullaba por la zona (Alemania tenia entonces colonias en Africa), al pasar ante esa capital disparó un cañonazo que provocó la muerte por infarto de una anciana, y como Liberia no tenía ni héroes ni mártires aquella anciana protagonizó el monumento dedicado de forma tan impúdica como pomposa a los “mártires” de la contienda
Tal vez por solo un elemental principio de decoro, y ya que –el de Castelló- es un monumento muy presentable y de su tiempo, es deseable que se mantenga pero sin que se abochorne a la inteligencia con ninguna falsa y ridícula dedicatoria a algo absolutamente insostenible.
Ya era hora de que un estudio serio, fruto de una inteligente investigación, haya desmontado el ridículo mito de la “heroica” defensa de Castelló contra el asedio de los carlistas.
Josep Miralles Climent, 84 págs., Editat per l´Ajuntament de Castelló, C. 2008