martes, 30 de septiembre de 2008

HIPOCRESIA Y VIOLENCIA

“La riqueza y el poder castiga a quien se le atreve.”

Sor Juana Inés de la Cruz.

En la sociedad mundial actual, dominada por el imperialismo capitalista neoliberal globalizado, (liderado por los EEUU y apoyado por sus aliados subalternos, UE y Japón) una gran parte de la población se considera superflua y es desplazada, excluida, porque no tiene ninguna función en la creación de beneficios y pasa a formar parte de ese gran ejército de inmigrantes que son concentrados en los suburbios de las grandes ciudades. Una especie de campos de concentración, masificados, con falta de servicios, ni perspectiva de futuro.

Esta situación contribuye a crear en estas comunidades una sensación de desesperanza, con el consiguiente consumo de drogas (que da una sensación de alivio momentáneo a una vida intolerable) y a una conducta antisocial: el delito. Un tipo de violencia interna que consiste básicamente en la explotación mutua entre los pobres. Los ricos están protegidos en sus urbanizaciones elitistas con sistemas de seguridad, guardaespaldas, policía privada etc.

Este tipo de delincuencia se mantiene más o menos estable, pues a pesar de todo lo dicho no ha aumentado (dadas las circunstancias) considerablemente. Lo que sí ha aumentado ha sido la publicidad que de esta violencia se hace en los medios de comunicación de masas. Estos medios –como si de “El CASO” se tratara- tienen espacios y programas especiales dedicados a mostrar casos de violencia de una manera morbosa, incluso los noticiarios – a los que se supone programas más formales- utilizan gran parte del espacio incidiendo en este tema. (“EL CASO” periódico de la época franquista que recogía únicamente noticias de violencia.)

La percepción que hoy en día se tiene de un aumento considerable de esta violencia es sobre todo propaganda, y forma parte de la estrategia del poder para asustar a la gente e imponer medidas de control social. Por supuesto también contiene una verdadera connotación racista y xenófoba, utilizando imágenes y referencias veladas para criminalizar a determinados colectivos: gitanos, negros, árabes, Judíos, musulmanes, ocupas, homosexuales, comunistas, rumanos,… en cada sociedad y momento aquello que más convenga.

La mejor manera que tiene el poder para controlar a la población es imbuirlos el miedo. Si hay un enemigo a combatir la gente abdicara de reclamar sus derechos, aceptara la represión, tolerara guerras “preventivas”, ocupaciones “humanitarias”, imposiciones “democráticas”, etc. De la aceptación por la mayoría de la sociedad alemana de estas falacias e irracionalidades se impuso el nazismo. Si el poder puede hacer sucumbir a la gente en tal irracionalidad, ya tiene el camino libre para recortar las libertades y justificar la violencia para reprimir la disidencia y las luchas populares con la excusa de combatir el terrorismo, el comunismo, o imponer la democracia.

La mayor parte de la violencia en el mundo proviene del poder, ya sea este económico, político o corporativo, aquello que se conoce como “establishment”. Si se atribuye a los revolucionarios y todo tipo de movimientos rebeldes es porque al sentirse atacados, se defienden mediante la violencia.

Cosas que aparentemente no son violentas pueden volverse violentas si cuestionan el “Statu Quo”. Cuando defiendes tus derechos, invades parcelas de poder, y las personas poderosa protegerán violentamente su poder contra las personas que tratan de obtener derechos elementales.

Eso ha sido una constante a lo largo de la historia -desde el establecimiento de las teocracias hasta hoy día. Millones de personas han sido desterradas, encarceladas, torturadas, asesinadas, por luchar por sus derechos, la libertad, la justicia o mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Haya sido la lucha contra la esclavitad, el feudalismo, el absolutismo, el imperialismo, la independencia o por la defensa de los derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales.

Los poderosos siempre encuentran una justificación para defenderse con la violencia.

Hablar de no violencia resulta políticamente correcto, pero no podemos tomarlo como un principio absoluto, porque la defensa de los derechos a veces exige la violencia, y es utilizada o no en función de los propios valores morales.

Así las cosas, hay que encontrar la manera de trascender la violencia, porque en la medida que los movimientos populares tengan que defenderse mediante la violencia, esta tiene un límite: el mantenimiento del carácter popular y democrático en el sentido profundo del término.

La esperanza radica en última instancia en una toma de conciencia –ser capaces de renunciar a parte de los privilegios de los que disfrutamos en el Primer Mundo- para solidarizarnos e implicarnos en la suerte de los excluidos, explotados y agredidos a nivel mundial.

Sin la implicación y el apoyo desde dentro de los países imperialistas no hay esperanza de solución a ninguno de los conflictos i agresiones que padecen las poblaciones del Tercer Mundo. Y también las del Primero.

domingo, 7 de septiembre de 2008

MEDIOCRIDAD

A finales de los años sesenta del pasado siglo se le hizo una entrevista a Joan Fuster para “El Pensamiento Navarro”, y una de las preguntas era: “¿Qué piensa de un país cuyo Ejercito desfila al compás de los pasodobles?”. Fuster no dijo nada, dio un tiento al aguado whisky que le quedaba y solo esbozó un rictus inescrutable; se pasó a la siguiente del cuestionario.

La caracterología, la realidad de este país ha sido siempre, es, abocadora a la depresión.

En las dos confrontaciones televisivas entre los dos cabeza de lista para las últimas elecciones generales, quedó reflejado el mayor mal de nuestra clase política: la mediocridad.

Ni Rodríguez Zapatero, ni Rajoy, dieron la talla absolutamente en nada. Ni la primera ni la segunda vez. Aquello constituyó un claro desprecio a la ciudadanía, no imputable a los propios candidatos que se median ante las cámaras, sino a los partidos que los habían designado como candidatos, y previamente como sus Secretarios generales. Todo lo que se dijo fue gris, pero también cabía cualquier otro calificativo como el de vulgar. ¿Era así, o simplemente se despreciaba a la audiencia que veía y escuchaba?.

No propusieron nada nuevo, imaginativo, sino que repitieron agravios que ya a nadie interesaban, entre otras cosas porque eran las mismas rancias vulgaridades que en las tertulias políticas de las diversas cadenas día a día se echaban a la cara mediante técnicas de tele basura unos cuantos periodistas (siempre los mismos) que a su vez repetían iguales argumentos que antes habían escrito en columnas de colaboración diaria o en artículos de opinión.

Era vergonzoso comprobar, en ese “cara a cara” televisivo, como el aún presidente del gobierno prometía hacer, si era elegido, aquello que en cuatro años de presidencia ni tan siquiera había apuntado, y a Rajoy, Secretario General del principal partido de la oposición, acusar a Zapatero el no haber hecho aquello que su partido, el PP, tampoco había tenido tiempo de tan siquiera iniciar en ocho años de presidencia de Aznar.

Cuando González llegó al poder, Alfonso Guerra pronunció aquella frase que desde entonces se convirtió, si no en la Biblia del PSOE, sí al menos en la divisa del “progresismo” burgués de ese mismo partido: “a España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Es cierto que, además de corrupciones sin cuento, en la historia contemporánea de este país de países hay un “antes” y un “después” a la gestión de Felipe, que fue quien lograría que diésemos el salto al siglo XX (negarlo constituye no un error, sino una estricta imbecilidad), pero lo malo es quedarse en el gesto, en la cáscara o, lo que es lo mismo, volvernos a hundir en la mera palabrería buscando la instantánea de un presunto impacto mediático y seguir sin profundizar o ni tan siquiera tratar los verdaderos problemas estructurales, de convivencia, de servicios, de seguridad, de educación, sanitarios, etc. Que hoy, al igual que desde 1982 siguen pendientes (perdonamos la “transición” por –se argumenta- ser un tiempo de adaptación democrática).

Es triste que se hayan perdido cuatro años mas en una pugna, además de estéril frustrante, desatada por el PP cuando en 2004 perdió las elecciones –parecía que le habían robado lo “suyo”, lo que ya consideraba de propiedad permanente- cuando inició una campaña de “acoso y derribo” propiciada por el sector mas duro e impresentable del partido, una campaña que les había dado resultado cuando en 1996 Aznar logró el poder, pero aquél era un tiempo distinto, con un Felipe cansado (¿recuerdan su desgana en los enfrentamientos televisivos?) ante la avalancha de corrupción y miserias internas de su partido. Ahora, hace cuatro años, no era lo mismo, y los ciudadanos hemos presenciado estupefactos como al ser convocadas las elecciones seguía, por ejemplo, sin resolverse, sequía tras sequía, en 22 años, los problemas del agua, o como un progresista Código Penal deja en la calle a todo tipo de criminales, también como una nula política inmigratoria va profundizando la discriminación y el racismo, sin olvidar como un falso “progreso” inmediato en los municipios ha creado una economía falsa, artificial y corrupta, tan endeble que al primer estornudo bursátil se viene abajo en un país de mas que de servicios servil, según diseñó Fraga hace 45 años, un país en definitiva que quería estar en el G 8 pero con el que ni se cuenta cuando los cuatro grandes europeos se reúnen, y que a las pocas semanas de lo que decimos se anunciaba que había pasado del octavo puesto mundial al once como potencia económica ya claramente sobrepasado entre otros por China e India (Italia se mantiene)..

Y lo peor es que no hay recambio. Ni el señor registrador de Santa Pola tiene capacidad para liderar ni tan siquiera su propio partido, ni en el PP –todos sus barones de gran formación y aspirantes a ombligos de mundo- van a dejar de navajearse. Imaginemos, sin ir mas lejos, que la Aguirre comandara el buque, quiénes ahora han hecho alarde de machismo ante los nombramientos de Zapatero ¿callarían alentados por Zaplana, Gallardón, Acebes, etc.?, pero si en Génova han vuelto la cara de risa con el nombramiento de Soraya… Claro que todo puede ser, porque si en la campaña electoral –lo anunció Rajoy- dijeron estar dispuestos a aceptar el “matrimonio homosexual”, si antes se opusieron al aborto y con Aznar llegó a las 22 semanas de gestación, o recurrieron el Estatut especialmente por lo de la lengua y no hace nada alguien como Montserrat Nebreda, con muchas posibilidades de dirigir el partido en Catalunya es partidaria de la máxima enseñanza del catalán, pues ustedes me dirán, como también todos deberíamos reflexionar en cuanto (¿hay algún calificativo que no roce el Código Penal?) a las declaraciones, desmentidos, correcciones, puntualizaciones y “brindis al sol” que los del PP (en esto desinteresadamente acompañados por el PSOE) han hecho respecto al gravísimo problema del agua.

Ahora el “éxito” de Zapatero ha sido incrementar los ministerios. Ha creado, sin ir mas lejos, el de “Igualdad”, pero vamos a ver ¿no hace muy poco tiempo que, con absoluta sensatez, se decía que había materias que no necesitaban de una especificad de departamento porque con solo aplicar en cada ramo y mediante la legislación existente lo ya legislado era bastante?, ¿ha cambiado en meses ese criterio?. Ahora se acuerdan de crear un ministerio de “Trabajo e Inmigración”, pues bueno, pero el prestar la debida atención al fenómeno migratorio era clamorosamente necesario; quien haya leído la “Propuesta Programática del Partido Carlista” comprobará que proponíamos la creación de un especifico Ministerio de Migraciones “en estrecha colaboración con los de las áreas de Trabajo, Sanidad, Vivienda e Interior”, o sea que al fin han caído en la cuenta, pero lo hacen al revés, lo hacen mal, porque para ellos la emigración es un problema añadido al del trabajo, con lo que al no dar la entidad que el problema requiere, la inmigración es tema tan solo para una Dirección General de ministerio.

Dejamos a propósito para otra ocasión el maltratado asunto de la conformación territorial del oficialmente llamado “Reino de España”, en el que todos los partidos sufren el que podíamos llamar “síndrome de la claudicación”. Todos quieren abordar el problema, es decir, saben que se necesita modificar la constitución, y que en base a ello se podría intentar algo más. Todos volverían a sentarse, pero ninguno quiere que se le señale con el dedo, todos para que seguir mas, están con las puertas abiertas y conocen lo que en definitiva mas tarde o mas temprano habrán de tratar, pero nadie quiere que el otro le señale con el dedo, todos, cuando van a doblar la esquina miran atrás por si alguien les ve; todos quisieran ser Tony Blair, pero son unos mediocres y no se atreven.

¿El problema de este país, el problema de los españoles?. Acudiremos a un viejo chascarrillo de circo que parafraseamos de lo que concluían dos inteligentes payasos en un interminable acertijo:

“…¿pero esto qué es?

La mediocridad, estúpido, la mediocridad”