sábado, 17 de julio de 2010

El papel de los sindicatos

Cuando a principios del siglo XIX surgen las primeras organizaciones obreras, los trabajadores, además de organizarse, persiguen luchar por sus reivindicaciones económicas y sociales de forma conjunta, con mas fuerza.

Desde el primer momento en el seno de los sindicatos se manifiestan dos tendencias. Una es meramente reivindicativa y se mueve en el ámbito de lo laboral. Cuando hay un problema trata de solucionarlo y cree en la negociación y en el dialogo entre las partes enfrentadas. La otra, suma a las reivindicaciones laborales la lucha política por transformar las estructuras injustas de la sociedad.

Esta tensión histórica se ha movido entre la sumisión, la pasividad y la burocratización, y las reivindicaciones radicales, la demagogia y el ejercicio de la violencia.

En la sociedad neoliberal en la que vivimos -nueva denominación del viejo, injusto y siniestro capitalismo de siempre- los sindicatos están jugando un papel secundario, a remolque siempre de las decisiones de los gobiernos de turno y de las organizaciones empresariales. Muy pocas veces toman la iniciativa, y transmiten la clara sensación de que, solamente, lo hacen cuando se sienten presionados por sus bases.

En el siglo XXI los sindicatos son enormes maquinarias que reciben generosas subvenciones del estado, con cientos de liberados que se alejan de la perspectiva de lucha y compromiso, para convertirse en funcionarios que disfrutan de pequeños privilegios.

La estructura ahoga toda iniciativa, y a la hora de plantear alguna reivindicación se tienen en cuenta otros intereses que no son precisamente los de los trabajadores. Los sindicatos son muy necesarios, pero no como están concebidos en la actualidad.

Nosotros planteamos que los sindicatos -igual que los partidos políticos y las distintas confesiones religiosas- no sean subvencionada por el estado. Que se mantengan solo y exclusivamente de las cuotas de sus afiliados.

Queremos la mas amplia y profunda democratización de las estructuras sindicales, y que las decisiones, todas, se tomen de manera asamblearia y teniendo siempre presente los intereses obreros.

Los dirigentes no deben de eternizarse en sus cargos, y mucho menos, hacer de su actividad sindical una nueva profesión y fuente de ingresos económicos.

Sindicatos reivindicativos, democráticos, intransigentes ante la explotación capitalista y promotores de una nueva cultura del trabajo, tiene que existir siempre. Los carlistas siempre hemos luchado por ello y seguiremos luchando.

El sacrificio, el esfuerzo y la entrega de miles y miles de trabajadores a lo largo de la historia no pueden olvidarse. Su ejemplo nos indica cual es el camino correcto: la lucha, el compromiso, la fraternidad y la honestidad.

IZCA

sábado, 10 de julio de 2010

Carlismo y represión “franquista”. Tres estudios sobre la Guerra Civil y la posguerra

Los tres textos que presentamos en este libro, dos de Manuel Martorell Pérez y uno de Josep Miralles Climent, corresponden a sendas investigaciones recientes de los autores. El primero es un trabajo publicado recientemente en la revista de Historia “Príncipe de Viana” número 244, de Mayo-Agosto de 2008, titulado “Navarra 1937-1939: el fiasco de la Unificación”. Los otros dos son comunicaciones que los autores expusieron en sendos congresos de Historia relacionados, uno de ellos con la guerra civil y el otro con la represión franquista. El primero, el de Manuel Martorell, se presentó en el Congreso internacional “La Guerra Civil Española, 1936-1939” realizado en Madrid, los días 27, 28 y 29 de noviembre de 2006, con el título “La represión de boina roja”.

El trabajo de Josep Miralles fue presentado en el “1ª Trobada d’Investigadors. La repressió franquista. Comissió de la veritat.”, celebrada los días 9 i 10 de mayo de 2008 en el espacio “Octubre Centre de Cultura Contemporània” de Valencia. Su título aquí es: “Carlismo y represión durante el primer franquismo en las comarcas de Castelló de la Plana”. Son trabajos, en cierta forma, complementarios sobre la represión en relación con el carlismo.

“Navarra 1937-1939: el fiasco de la Unificación”. tiene como misión contextualizar la posición del carlismo ante la creación del nuevo partido de FET y de las JONS, explicando como los máximos dirigentes y buena parte de sus bases no lo aceptaron, a pesar del apoyo que a este proyecto político dio la autodenominada Junta Central Carlista de Guerra de Navarra. Los primeros, quienes no aceptaron la Unificación, continuaron defendiendo sus señas de identidad, por lo que sufrieron, incluso en territorio navarro, persecución por parte de la Falange, mientras los requetés seguían combatiendo en los frentes. El autor expone multitud de casos documentados de este tipo de represión.

“La represión de boina roja” aborda la violencia que ejercieron algunos requetés de retaguardia en las zonas donde triunfó la rebelión de 1936 contra la II República, y más concretamente en Navarra, una comunidad donde el carlismo gozaba de gran predicamento. Se trata de un estudio crítico de estos acontecimientos, aclarando cuál fue el grado de implicación de esta milicia carlista, con todos los matices necesarios, para colocarlo en el lugar que le corresponde sobre el hecho represivo contra las fuerzas izquierdistas. Fue una represión “explosiva” –mandada frenar de inmediato por la jefatura regional carlista- que se ejerció básicamente en los primeros momentos de la rebelión, en julio de 1936.

“Carlismo y represión durante el primer franquismo en las comarcas de Castelló de la Plana” se circunscribe a una zona de España, concretamente las comarcas castellonenses. En él se sacan a la luz documentos inéditos que muestran las vicisitudes por las que pasaron algunos carlistas castellonenses durante la posguerra. Una parte de los documentos son declaraciones de carlistas en favor de milicianos procesados en consejos de guerra sumarísimos; los otros se refieren a unos casos de represión que el régimen franquista ejerció en la inmediata posguerra contra carlistas castellonenses.

Hubo otra represión sangrienta contra los carlistas en la retaguardia republicana durante la guerra, y es que, los carlistas, víctimas en una zona, y victimarios en otra, acabaron, tras la guerra, siendo vencidos en el campo de los vencedores. El balance final fue el de ser víctimas de la represión por partida doble: primero en la retaguardia republicana y después, también, durante el franquismo, desde el mismo momento de la creación por Franco del partido único, a partir de abril de 1937.

Sin embargo en los trabajos aquí publicados se hace mención únicamente a dos tipos de represión: primero la ejercida por los boinas rojas sublevados en los primeros momentos de la guerra, cuando Franco era uno más –indeciso hasta el último momento- de los militares sublevados, y en segundo lugar a la ejercida por el franquismo y el partido único creado por Franco –cuando ya se había hecho con todo el poder- contra los carlistas. Hemos obviado, por tanto, la represión en la retaguardia republicana de la que sabemos fue la más importante que sufrió el colectivo carlista. Es por eso que hemos titulado este libro Carlismo y represión “franquista”. Tres estudios sobre la guerra civil y la posguerra, porque en él no se aborda la mencionada represión a manos de grupos que lucharon en el bando republicano en las zonas fieles a la República y que fue, en parte, una respuesta a la implicación carlista en el alzamiento, pero también a su condición de católicos. Si en el título del libro se ha entrecomillado el concepto “franquista” es porque, como muy bien dice Martorell, “no se puede hablar de franquismo antes de octubre de 1936”.

Somos conscientes que hubiera sido de gran interés incluir aquí un estudio sobre la represión en la retaguardia republicana porque en un mismo libro se hubieran tratado los tres aspectos relacionados con el carlismo y la represión en ambas zonas durante la guerra civil y la inmediata posguerra.

De todos modos y en relación a la represión sufrida por la derecha –entre los que se encontraba el carlismo- en la retaguardia republicana, es justo y necesario decir que, durante los 40 años que siguieron a la guerra ya tuvieron ocasión de desquitarse, y algunos lo hicieron al amparo del régimen franquista. Pero también hay que decir que, en gran medida, Franco utilizó a las víctimas de su propio bando tanto para ganarse el apoyo de importantes sectores de la población resentida y ávida de venganza, como para justificar su propia represión contra los vencidos.

Una represión que, por otra parte, no se permitió que fuera estudiada y puesta al descubierto por los historiadores; sólo se permitía hablar y escribir sobre la represión ejercida por los “rojos”. Después vino la transición democrática, en la que, al menos a nivel político, parece que se llegó a un pacto de silencio sobre las violencias y represiones practicadas en ambos bandos, aunque, no por ello los historiadores dejaron de investigar, escribir y publicar sobre el tema.

En los últimos años, pasado con creces el medio siglo de la contienda, parece que ha aflorado el interés por recuperar la memoria, revisar la historia y escribir sobre ello. Pero, como siempre, por lo que hace a escribir la historia, hay de todo: revisionismo, revanchismo, oportunismo, moderación, radicalidad, mentiras, ocultaciones, etc. Por ello, y a modo de epílogo, Manuel Martorell se refiere en el artículo “La necesidad de un rigor histórico” a varios ejemplos significativos en los que el tema de la represión vinculada al carlismo no ha sido tratado con la seriedad que tan grave asunto requiere.

En este libro se ha optado por la moderación, la mesura y la búsqueda de la verdad, porque la única reconciliación posible es la que se basa en la veracidad. Se han intentado descubrir verdades ocultas que desmienten o aclaran algunas cuestiones que la inercia por repetir tópicos no ha dejado ver. Quede claro, por tanto, que en este libro la ausencia de un texto sobre la represión en la retaguardia republicana que afectó al carlismo no ha sido intencionada, simplemente no se ha abordado aquí; otros autores ya lo han hecho y sobre el tema se han realizado algunos estudios de reciente publicación.

De todos modos, y para concluir sobre el espinoso tema de la represión, especialmente por lo que se refiere a asesinatos y desapariciones -que los hubo en ambos bandos-, coincidimos con el historiador Santos Juliá en que “cuando se renuncia a la creencia en la justicia de la historia, el crimen de lesa humanidad cometido por los rebeldes no legitima el régimen de terror impuesto por los revolucionarios.

No hubo Gobierno provisional ni comisión de la verdad. Pero hubo amnistía -dos amnistías, para ser exactos- que no cerró el conocimiento del pasado: desde los años de transición, decenas de historiadores han publicado listas y listas de sacados, paseados, ejecutados, asesinados. ¿Por qué, entonces, siguen cadáveres en las fosas? Pues porque los sucesivos Gobiernos, del PSOE y del PP, no cumplieron la obligación que les corresponde. Y en lugar de urgir ese cumplimiento, un juez de instrucción pide un censo de asesinados porque quiere saber si tiene competencia para… ¿para qué, si a nadie puede perseguir por la vía penal? Y ¿por qué un censo y no todos los censos? ¿Por qué no instruir una causa penal por todos los católicos asesinados por el solo hecho de serlo?

Un Estado democrático no puede llamar “asesinados” a las víctimas de la rebelión y “fallecidos” a las víctimas de la revolución, como hace la Junta de Andalucía para justificar una determinada política de la memoria. Un Estado democrático tiene que dar cuenta de todos los crímenes y, si puede, reparar todos los crímenes. Con eso hay que apechar.”

Los autores de este libro, amantes de la paz y de la concordia, abogan por la investigación histórica sin cortapisas y reconocen el derecho de todos a investigar, sin revanchismo, en la línea que crean conveniente. Consideran que todos los seres humanos tienen su dignidad al margen de su pensamiento o ideología, pero son también conscientes que los perdedores de la guerra civil, entre los que se encuentran los carlistas –aunque en el bando de los vencedores- fueron quienes tuvieron menos oportunidades de reivindicar su memoria porque durante casi medio siglo sufrieron, a parte de la represión, la marginación y el silencio, cuando no la manipulación interesada por parte del régimen dictatorial del general Franco.

Por último, queremos agradecer al catedrático José Andrés-Gallego que haya querido prologar el libro. Coincidimos con él en la apreciación que hizo, hace ya veinte años, en su estudio sobre la Guerra Civil al decir que “…no solo propongo un distanciamiento de la historiografía revanchista y de sus antípodas, la historiografía apologética o de mera defensa, sino también de la historiografía que podríamos llamar de la conveniencia.” Y es que como él mismo dice, “la veracidad histórica no siempre coincide con la oportunidad política.”

PRÓLOGO DE JOSE ANDRÉS-GALLEGO.

INTRODUCCIÓN GENERAL

I. NAVARRA 1937-1939: EL FIASCO DE LA UNIFICACION.
II. LA REPRESIÓN DE BOINA ROJA.

III. EL CARLISMO Y LA REPRESION DURANTE EL PRIMER FRANQUISMO EN LAS COMARCAS DE CASTELLO DE LA PLANA.

EPÍLOGO: LA NECESIDAD DE UN RIGOR HISTÓRICO.


Carlismo y represión “franquista”.

Tres estudios sobre la Guerra Civil y la posguerra

Manuel Martorell Pérez y Josep Miralles Climent